Somos Patéticos

Sí, somos patéticos porque, la gran mayoría, por ejemplo, procede de un núcleo familiar, mejor o peor pero, al fin y al cabo, un ente donde existen jerarquías e, incluso, si va más allá del moderno trío, clases sociales. Eso sin olvidar que, cualquier familia creada procede de otra familia donde, los roles son inamovibles y, de igual manera, existen unos mandatarios, distintos “títulos nobiliarios” y, evidentemente, una plebe. Es decir, una familia es, en sí mismo, el ejemplo más nimio de una sociedad y su gestión, es decir, Papá, sí, aún hoy en día cuando el papel de la mujer parece equiparase al del hombre, sigue siendo quién, en la mayoría de los casos, se autodenomina responsable familiar. Es evidente que, Mamá, incluso aquellas que se niegan con razón a aceptar el sempiterno papel secundario y dependiente, continúa siendo quien ostenta la auténtica responsabilidad y base familiar. Bien, Papá, que sigue siendo el mismo niño que algún día fue, un buen día alude a la vejez del vehículo familiar y, tras serias disputas con Mamá, cuya consciencia de la situación familiar es mucho más real que la de su conyugue. Siempre capacitada para no olvidar jamás que el vástago o vástagos, son una continua aspiradora de necesidades a las cuáles, salvo en casos contados, alguna ayuda externa de miembros familiares de uno u otro, evidentemente, son ellos los que deben proveerlas. No obstante, Papá, finalmente, accede a su diligencia familiar de último modelo, aún a detrimento, no sólo de la siempre responsable Mamá, sino del vástago o vástagos, a los cuales, con la excusa de la precariedad económica o algún contratiempo contractual que ha agotado momentáneamente sus fondos, les privara de ciertos privilegios o dádivas para, de paso, marcarse un farol de responsabilidad exponiendo una ventaja del aprovechamiento de la oportunidad para disfrutar de un contacto paterno-filial que, hasta ese momento, parecían no desear. Claro que, en mente, si hemos llegado hasta aquí, no sólo tenemos mil modelos que puedan echar por tierra el ejemplo, sino que, según la creencia que nos hemos autoimpostado cada uno de nosotros, estaremos hasta recordando, sin haber nexo familiar a través de una práctica muy relacionada con la escatología, a algún antepasado de quien expone el ejemplo. No obstante, no es más que eso, una de las mil formas de intentar concatenar y exponer nuestro patetismo, ese que nos ha convertido en medianías sin voluntad flotando en un mar de incertidumbre, culpabilidad, obediencia y escepticismo. Y, no nos olvidemos, en el mar, según distintos credos, también hay un jerarca que, vaya, al parecer es el culpable de las corrientes marítimas y. desde luego, de todo aquello que acontece esa mayoritaria parte del planeta. Que, por otro lado, aunque nosotros o algunos alguién los hayan denominado, primero como mar u océano y, segundo, con distintos nombres, son la misma masa, por tanto, habrá algún autarca que gestione a los distintos caudillos de cada espacio marítimo. Bien, sin alejarme del patetismo del que somos copartícipes y, quizá, intentando esclarecer lo antedicho y, aún más, sin etiquetas negacionistas o positivistas, no hay duda que somos víctimas de una más de las mil zancadillas que, la Naturaleza, ese ente que creemos sólo visitamos los fines de semana salvo que, no hay duda, Papá, Mamá o el gobierno nos impongan restricciones, pertenecemos y de la que formamos parte aunque jamás pisemos, si quiera, una brizna de hierba. Algo ha ocurrido, bien sea deliberado o, como sería más lógico, naturalmente, en cualquier caso, nosotros no nos vamos a enterar jamás. Porque, tanto si unos dicen una cosa como si otros dicen otra, realmente, como ocurre en las familias, el vástago o vástagos, sólo se enteran de lo que los padres quieren, ya, a veces hay filtraciones pero ¿Qué interés esconden esas filtraciones, la búsqueda de la verdad, la venganza o son causa de un resentimiento, quizá más que lógico o incluso infundado, en ambos casos y, como en todo, con una irreprimible pátina de subjetividad? Por tanto, ¿Qué hay escondido tras esa, no hay duda de su existencia, inexplicable anomalía vírica? ¿Quién y con qué fin ha aprovechado esa deliberación o accidental invasión microbiótica? Y, lo que es aún peor ¿Qué mente maquiavélica ha sido capaz de orquestar, a buen seguro desde hace mucho tiempo, las hordas de pánico y superchería en nuestras patéticas mentes? Porque, tampoco hay discusión, quizá en algún momento de la historia, posiblemente muy reciente, fuésemos capaces de razonar e, incluso, de ostentar una opinión pero, seamos sinceros, ahora mismo y, desde algún tiempo, quizá por falta de interés o simple estulticia, tenemos una mente impermeable, pero no al agua sino a cualquier conocimiento que generase una opinión. Cual vástagos, hemos dejado deliberadamente el razonamiento en manos de papá y mamá, obviando que, en más ocasiones de las que seamos capaces de señalar, la misma voluntad parental, está en manos de algún lejano y, muchas veces, desconocido pariente. Alguien, cuyas metas u objetivos, no sólo nos resultan incomprensibles, sino totalmente ajenas y, desde luego, nada provechosas y aún menos fructíferas para nuestra patética existencia. Por ello, en nuestro patetismo, si nos “aconsejan” salir a la calle a la pata coja por el bien común, si quiera pensaremos y, todos, saldremos de nuestros hogares a la pata coja y, lo que es aún peor, casi estaremos esperando a los recursos personalizados, como gomas de colores que rebajen el cansancio de llevar una de las piernas dobladas. Patéticos, somos patéticos, crédulos y jilipollas, estamos viendo como las economías caen, como nuestros vecinos, lejos de percibir ayudas gubernamentales que, por otro lado, si nadie hubiese dilapidado los ingresos económicos del país, de la familia, podrían recibir y no verse en la agonía en la que se encuentran. Sectores donde la parte más visible vive mucho más que cómodamente y, en su placidez, única y fortuitamente de cara a la galería, declara la tragedia que, aquellos en los que se apoya su envidiable posición, están sufriendo en lugar de luchar y erigirse en adalides de… Son patéticos, como nosotros, como vosotros, como ellos, como todos.

La incertidumbre en la que vivimos, no se debe a la anomalía vírica, es debida a las formas inconexas y sin sentido de quienes, dicen, manejan el bien común. Que, no hay que olvidarlo ni discutirlo, son tan patéticos o más que nosotros, además de incapacitados para ver más allá de sus horondas barrigas. Porque, al margen de estadísticas que echarían por tierra sus más que falseadas y encubiertas cifras de contagio y muertes, el mundo se debe al trueque y, desde hace mucho, el trueque se convirtió en comercio, en intercambio de un valor supuesto por materias pero si no hay ese valor supuesto en el bolsillo de las personas porque no pueden fabricar, elaborar o distribuir las materias, se mueren de hambre y, ya, no hay bosques donde ir a cazar ni tampoco donde recolectar. Cierto es que, ese trueque se ha convertido en un capitalismo deslegitimado y malversado por los capitalistas, auténticos culpables de la degeneración del capitalismo no éste en sí mismo. Y, una vez más, tampoco hay duda alguna, esos mercantilistas sin escrúpulos, la mayoría, sin reconocimiento público alguno son quienes permiten, que no ayudan, las formas y maneras en que el mundo entero debe actuar. Éste gremio desconocido ha convertido el inicial y natural arte del trueque, en una maquiavélica y arbitraria máquina de mover el mundo, nuestro mundo y nuestras patéticas existencias. No en vano, por culpa o gracias a la anomalía vírica, esa cofradía de mercaderes sin escrúpulos ha incrementado un tanto por ciento muy elevado sus fortunas mientras, nosotros, patéticos, nos hemos empobrecido rozando la desesperación.

Ya, comenzamos leyendo una opinión subjetiva sobre la familia y la no menos particular perspectiva de ésta, criticada y vilipendiada por muchos de los que hemos llegado hasta éste punto del texto y, está acabando, como un ataque directo obra de un conspiracionista. Pero, una vez más, no hay duda, la anomalía vírica existe y está llevando a cabo su existencia, es imposible de atacar, no sólo, al parecer, médicamente, sino racionalmente, pues está consiguiendo su objetivo, propagarse e, incluso, superarse a sí misma mutando en cepas más agresivas, sin miedo ni tampoco incertidumbre. Porque, éstas, el miedo y la incertidumbre, han sido propagadas deliberada y agónicamente por unos poderes representados por patéticos acomodados que, en ésta tierra de conejos, por ejemplo, han permitido dilapidar y casi finiquitar el seguro sanitario privado más grande del mundo, la mal llamada sanidad pública. Impidiendo, no sólo facilidad a la hora de acomodar y tratar a los enfermos, sino investigar y paliar la puñetera anomalía vírica a causa, de nuevo no ha lugar a dudas, de pretéritas y actuales malversaciones de los fondos sanitarios, entre muchas otras cosas. Y, ésto qué supone en realidad, no sólo una herramienta aliena de exterminio velado, sino una precipitación casi irreversible a la sanidad privada que, no hay discusión, nadie sabe a nombre de quién está. No es conspiracionismo, es un intento de entender lo que acontece, de explicarnos en nuestro patetismo la aceptación ciega del nuevo orden mundial en el cual, aún más, seremos víctimas de nuestro chabacano e insultante patetismo.

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