Un jovencísimo Pooh, levitando con su cuerpo de alrededor de dos metro y medio a poco más de un metro sobre el suelo, con su porte de Hop, de apariencia carnal, aunque, a la par, insustancial sin llegar a la transparencia. Casi solidificado por el color malva de la parte superior de su cuerpo, humanoide, y el verde azulado de la parte inferior, cubierta por una capa de escamas, gruesas y duras como el acero, recubriendo la cola similar a la de las sirenas, pero acaba en forma de porra, siempre en posición semicircular como un caballito de mar. Observa, preocupado, a través de la brillantez que creó Saiza, cual si fuese un intangible agujero de luz con forma de eneágono vertical de dieciocho metros de diámetro. Como un enorme espejo sin marco y sin reflejo con apenas noventa centímetros de ancho, pero que parece esconder en su interior un larguísimo pasadizo en cuyo final se haya el motivo de preocupación del joven Hop, un Kokinr, su homologo e igualmente jovencísimo Kent, ataviado con el identificativo largo abrigo gótico victoriano en color azul turquesa no nrgo como es habitual en los de sus especie. Éste, se halla enfrascado en una discusión con dos Kokinr y un Akakinr (Kokinr infantil), que han burlado la vigilancia de Pooh, a base de sus poderes mentales, capaces de esclavizar incluso a un Sárkero o Sárkgoo (Dragón Rojo o Dorado). Pooh, consciente de ese hecho e, incluso, ante la imagen de los cuatro Kokinr inmóviles sin emitir sonido alguno, sólo traicionando ese hermetismo con algún incontrolable e impulsivo movimiento de alguno de los tentáculos de sus rostros causado por alguna pérdida de nervios, puede casi palpar la tensión entre ellos. Si bien, gracias a las charlas que ambos, Kent y Pooh, han mantenido en los muchos momentos soporíferos inherentes a su condición de únicos Sakeezee (Vigilantes de “La Novena Puerta”). Ya que es prácticamente imposible para quien no sea Kokinr, si quiera percatarse que tienen vida, pues son capaces de mantenerse enfrascados dos o más individuos asemejando estatúas de mármol. Incluso, los pequeños deslices de movimiento de alguno de los tentáculos de sus rostros, pasan completamente desapercibidos, salvo para ellos o, como en el caso de Pooh, para alguien aleccionado o con un muy inusual trato directo y constante. Si bien, la casi esperpéntica imagen de los dos Kokinr y el Akakinr (Kokinr infantil), con sus largos abrigos góticos victorianos de Qahblarr color negro y el color azul turquesa de Kent, en mirad de la oscuridad de la cueva iluminados nimiamente por la brillantez del intangible agujero de luz con forma de eneágono vertical de dieciocho metros de diámetro, cual un enorme espejo sin marco y sin reflejo de apenas noventa centímetros de ancho. Se rompe cuando una “Uhartah (pequeña bolsa de lana o cuero, que se emplea como monedero o faltriquera), golpea en la cabeza del Kokinr adulto más cercano a Kent. Ante la sorpresa de todos, el responsable de la agresión es un descomunal Sárkgoo (Dragón Dorado) del cual, Pooh, desde la distancia, apenas llega a ver las patas delanteras y algo de la barriga.
-¡Akakinr Kinphtan!
Grita el Sárkgoo con su voz atronadora que arriba hasta Pooh, el cual, se alarma no sólo por el agravio Kinphtan, que en realidad significa algo así como estatua o efigie falsa, nacido como burla hacia los Kokinr y esa apariencia de esculturas que guardan la mayor parte del tiempo. Sin embargo, con el paso del tiempo, el insulto en sí mismo, ha dejado a un lado cualquier significado literal y, casi, podría decirse que es uno de los peores improperios que se pueden utilizar. No obstante, Pooh, está convencido, que el término Akakinr, Kokinr infantil, ha herido más los sentimientos de Kent, que el propio insulto. Porque, no hay nada peor que a un adolescente, casi un joven, le llamen niño o, en éste caso, por la entonación del Sárkgoo (Dragón Dorado), es como si le hubiese llamado niñato. Si bien, el jovencísimo Hop, no puede escuchar la reacción de su amigo ya que él no es un ser telepático, como sí lo son los Kokinr y el Sárkgoo.
-¡Soy un Sakeeze! -responde Kent telepáticamente casi, aún así, arrancando más eco a la semioscura cueva que las palabras vocalizadas por el Sárkgoo- Deberías hablarme con más respeto y, a ellos, igual, porque son Beesens cómo tú…
-¡Calla, Kinphtan! -le interrumpe el Sárkgoo-
-¡Calla, tú, Qokohnr! -espeta el Kokinr que recibió el golpe con la “Uhartah (pequeña bolsa de lana o cuero)-
Las palabras del Kokinr con su profunda y temeraria voz característica de los de su especie, aunque lejanas, si han llegado hasta Pooh, que no se explica ese cambio en el agredido Kokinr. Pronunciadas en voz alta quizá, el jovencísimo Hop es consciente que lo ha conseguido, para herir profundamente los sentimientos del Sárkgoo, ya que Qokohnr, un insulto propiamente Kokinr para todos los Sárkány (Dragones) que significaría la negación y por ello el anhelo de los Sárkány de ser Kokinr, que para los primeros los segundos son uno de los seres más odiados y, desde luego, ni siquiera un deseo postrero en lo que convertirse aún para salvar la vida. Y, a la par, igualmente que ocurrió con Kinphtan, el significado propiamente se ha olvidado pasando a entenderse como cobarde, en relación a la pronunciación del mismo, desde luego no de los Kokinr, pero si de una mayoría de especies que, erróneamente, lo identifican como la onomatopeya del cloquear de una gallina. Y, precisamente, esa última acepción es la que ha buscado el agredido Kokinr para vejar al enorme reptil inteligente antes, tras la pequeña pausa en la que casi puede ver, en el pétreo rostro del Sárkgoo (Dragón Dorado) el rojo de la ira, y continuar con su exposición.
-Sí, Qokohnr, porque esa Uhartah -mira un instante a la pequeña bolsa con la que le agredió- es en realidad la Urkoqip de un Kender, y la única manera de que uno de esos pequeños metomentodo pierda su bien más preciado, la maldita bolsa, es matándolo y, aunque me importa poco la vida de cualquier ser. Y, la de un Kender, menos, pues su cerebro no llega ni a un aperitivo, un ser cómo tu matando a otro tan insignificante no es más que una muestra de cobardía ¡Qokohnr!
-¿Me lo dice alguien como tú? -responde el Sárkgoo- Un maldito Kinphtan que intenta, como esa mierdecilla bípeda con copete ir donde no debe burlando a éste…
-¡Phaquin! -espeta Kent enfrentándose al enorme Sárkgoo- Todos sabemos quién eres, el único Sárkgoo con talante de Sárkero (Dragón Rojo),…
-¡Qué coño talante de Sárkero! -le interrumpe el aludido- Soy Phaquin, no sólo un Sárkgoo, sino el único Beesens responsable que hace lo que tú, deberías hacer, no permitir que nadie burle tu guardia, como ese maldito Kender, que también ha burlado la del idiota Hop del otro…
-Pooh, no es idiota, Phaquin, por favor -le ataja de nuevo Kent-
-Claro, si tienes razón, los idiotas fueron los que os eligieron como Sakeezee, vigilantes de esta maldita puerta, a dos casi preadolescentes como tú y ese híbrido entre una sirena, un caballito de mar y algún bosquejo de un mal pintor enamorado del número nueve ¡Sárkány, son los únicos capacitados para este puesto!
-Fueron elegidos por unanimidad -apunta el otro Kokinr- precisamente por su juventud y porque ambos pertenecen a Seerai (especies), capacitadas para moverse en todos los planos y mantener…
-¿Desde cuando un puto Hop sirve para algo? -le interrumpe Phaquin- O un puñetero Kokinr, no sois más que la escoria…
-¡Phaquin! -le interrumpe Kent- Se ha acabado, te ruego que vuelvas a… Dónde sea que habites y juegues con algún Beekány (Gigante de fuego), el único Beesens no Sárkány con los que os lleváis bien los Sárkgoo y me dejes a mí llevar a cabo la labor que se me ha encomendado.
La pétrea, altiva y, desde luego, alejada expresión del dorado reptil desde su cerca de cincuenta y cuatro metros de altura, casi está en consonancia con la irreal imagen. De los tres Kokinr y el Akakinr, Kokinr infantil, inmóviles cual estatuas, realzado en la penumbra el color negro de sus largos abrigos góticos victorianos por el azul turquesa de Kent sobre el dorado del dragón, cual si fuesen una representación pictórica. Rota por el movimiento de los tentáculos del rostro del joven Sakeezee (Guardian), percatándose de la bola de fuego y ácido que ha comenzado a nacer en el gaznate de Phaquin.
-No van a pasar, Phaquin -dice telepáticamente Kent al Sárkgoo (Dragón Dorado) a la par que eleva su levitación acercándose a las fauces del enorme reptil- Déjalos en paz.
-¡Kent, Sárkswsuer! -grita a viva voz el Akakinr (Kokinr infantil)
-¡Sárkswsuer! -repite para sí Kent- El susurro de la muerte no puede ser mi única salida .dice telepáticamente mirando a los negros y profundos ojos inyectados en sangre de Phaquin-
-¡Vais a morir los cuatro!
Le grita en su cerebro el Sárkgoo abriendo las fauces y mostrando el fuego y el ácido a punto de salir de éstas, mientras, a la par, lucha contra los tres Kokinr, incluido el Akakinr, intentando manipular su mente e inducirle a visualizar la imagen de una guarida Sárkgoo, hecha de piedra y roca donde relajarse y dormir una gran siesta. Mientras, Kent, consciente de que no va a dar resultado a tiempo el manejo de sus congéneres de la mente de Phaquin, se acerca a uno de sus oídos y, finalmente, susurra apesadumbrado. Una imagen que, Pooh, desde el otro lado y en la letanía, se niega a presenciar volviéndose de espaldas, primero apesadumbrado y casi incrédulo, después, luchando contra sí mismo y contra la innecesaria postura de Phaquin, llevando a Kent a la tan odiada tesitura de matar. Un hecho que desde que se llevara a cabo Goondnav (La gran Desaparición), abriendo Sakeelooh (La Novena Puerta), inexplicablemente, además, conllevaba Trahrd, el robo de A·ahrd, la esencia del ser asesinado. Lo cual, en sí mismo, se convertía en robar a la naturaleza y a todos los seres, algo que pertenece, precisamente a la misma existencia de la vida, pero que inexplicablemente se había instaurado de forma aparentemente irreversible. Cómo, lo supo en el instante en que, volviéndose, vio a Kent inconsciente en el suelo, sin rastro de Phaquin y, ante la mirada de sus tres congéneres que, inmutables, giran sobre sí mismos y vuelven sobre sus levitantes pasos, ignorando al joven Hop, al que casi rozan y empujan. Ajenos a los quejidos del joven Kokinr, levantándose del suelo con esfuerzo, un instante antes de polimorfizarse en Qiniunasa (Grifo), acto seguido en un desproporcionado Sárkgoo (Dragón Dorado) para pasar a Moun (Humano), intercambiando entre hombre y mujer, durante unos instantes, hasta recuperar su forma de Kokinr, con su largo abrigo gótico victoriano color azul turquesa.
-No he podido evitarlo -le dice avergonzado y emocionado a la vez a Pooh-
-Lo sé -responde el aludido- pero debes olvidar…
-Si me polimorfizo en un Hop -le interrumpe Kent- podré viajar a cualquier lugar como si fuese un Hop de verdad…
-No lo sé, Kent -continua Pooh inquieto- de momento es mejor qué…
Si quiera puede acabar, Kent se polimorfiza en un Hop pero, rápidamente, se percata, frustrado, que no puede cambiar su entorno, como sí lo hacen los Hop. Éstos, pueden hacer aparecer desde una miga de pan a una montaña, solo con la voluntad precisamente por ello, las comunidades Hop, se muestran caóticas para el resto de especies. Sus constantes cambios de orografía, arquitectura e, incluso, disposición de las aldeas a causa, principalmente por su desproporcionada inquietud y veleidad les lleva a, incluso, cambiar la estructura de sus hogares hasta tres y cuatro veces al día. Con lo que cualquier foráneo no Hop, puede hallarse en un mismo momento sin si quiera dar un paso, frente a un castillo, una choza o una piscina mientras el entorno, igualmente cambia dejando ver grandes jardines, naves vacías o todo aquello que pueda pasar por la caótica mente de un Hop. Pero, no sólo eso, además, también pueden polimorfizarse tanto en cosas como en seres vivos, si bien, a diferencia de, por ejemplo, un Sárkány (Dragón) cuya polimorfización no tiene rastro alguno del ser o, aparentemente, la personalidad qué es en realidad, en los Hop, siempre es posible reconocer los rasgos de su rostro. También pueden recorrer miles de quilómetros en el acto, si quiera ellos conocen la distancia máxima que pueden recorrer y, precisamente por ello, son prácticamente imposibles de matar pues, desaparecen casi antes de pensar en hacerlo. Sin embargo, como evidencia la expresión de Kent, de frustración y enojo, él, polimorfizado en Hop no tiene ninguna de sus actitudes.
-¡¿Por qué?! -exclama Kent un instante antes de polimorfizarse en una hermosa Moun, hacer desaparecer el larguísimo pasadizo que parece esconder en su interior el espejo sin marco y sin reflejo con apenas noventa centímetros de ancho que creó Saiza, la Vehguh, cual si fuese un intangible agujero de luz con forma de eneágono vertical de dieciocho metros de diámetro, desapareciendo de la vista del sorprendido y joven Hop.
-Ha cerrado la puerta -se dice para sí mismo Pooh- ¿Dónde vas Kent?
-¿Dónde voy? -piensa Kent palpando el cuerpo femenino de Moun revestido con una fina toga, en el centro de la enorme caverna en penumbras. Sorprendido por las voluptuosidades y cavidades del cuerpo y por la suavidad de la piel, bajo la fina tela, no puede dejar de pensar en lo que acaba de llevar a cabo. Matar a otro ser vivo, es parte de su naturaleza y, aunque quiera renegar de ella, está en su interior la falta de remordimientos por finiquitar a cualquier ser. Sin embargo, robar la esencia de otro ser y absorberla para convertirse, sin perder su condición de Kokinr, en un ser distinto y, prácticamente único que, además, aún con su supuesta rebeldía, va en contra del statu quo de colmena de su especie y de él mismo, es lo que realmente le carcome. Si bien, su extrema juventud y la novedosa propiedad de Lof·pooav (polimorfización), le dispersa y le lleva a cambiar de aspecto constantemente con la premisa, por la condición hermafrodita de su especie, de elegir género según se le antoje en cualquiera de los seres que se le antoje. Si bien, como comprobó en su Lof·pooav en Hop, no puede adoptar las particularidades de éstos, a no ser que las comparta con las de su especie o con las del Sárkgoo (Dragón Dorado). Por ello, finalmente, decide probar la más acomodable, precisamente por no tener particularidad alguna, esto es, Yió, la especie Moun. Lanzándose hacia una aventura entre humanos que, si bien en un principio, le descoloca por completo, especialmente por la innata necesidad del contacto, indeseado entre Kokinr, poco a poco le hace sentir especialmente bien. Como relataría a Pooh, en sus constantes idas venidas a lo largo de nueve años, en ésta última vuelta a su lugar como Sakezee, “Centinela de la Novena Puerta”, sorprendió a su joven amigo Hop, cuando éste se hallaba, extraordinariamente, flirteando con una joven de su especie de largo cabello fucsia cayendo cual crin de caballo desde su cabeza, ambos en el interior de un lago rodeado de frondosa y verde vegetación selvática. Que Pooh, había hecho aparecer en la semioscura y fría caverna para cortejar a la joven Hop, en uno de los lugares donde más a gusto se siente su especie y, no solo, porque es precisamente, a través de una hermosa coreografía que les llevara a unirse y convertirse en uno para llevar a cabo la procreación, sino porque aún con su peculiaridad de levitación, sus pesados cuerpos únicamente se relajan flotando en el traslúcido elemento. En el cual, inesperadamente, la luminosidad del espejo sin marco y sin reflejo con apenas noventa centímetros de ancho que creó Saiza, la Vehguh, arrancan un sinfín de destellos en la traslúcida superficie, llamando la atención de Pooh que descubre, emocionado, a su añorado amigo Kokinr al otro lado del larguísimo pasadizo que se pierde en el imposible interior del intangible agujero de luz con forma de eneágono vertical de dieciocho metros de diámetro.
-¡Kent! -espeta el joven Pooh devolviendo a la caverna su aspecto habitual y provocando, casi, que su compañera golpee contra el frío y duro suelo al hacer desaparecer el lago sin previo aviso.
-Pooh, viejo amigo -dice Kent sonriendo, ataviado con su eterno abrigo gótico victoriano en color azul turquesa y su aspecto de Kokinr, aunque únicamente quién haya tratado y mucho con su especie, es capaz de captar las expresiones en su cabeza de tentáculos-
-¿Qué pasa? ¿Quién es ese Kinphtan (Insulto vejatorio)? ¿Dónde está? ¿Y el agua? -espeta la joven Hop ofendida de forma ininteligible para Kent, con el extrañísimo y agudo tono de voz, ya que el idioma de los Hop es una mezcla entre el hipnótico de las sirenas de mar y el relinchar de un caballo, además de hablarse extremadamente rápido-
-Es el otro Sakeezee -le ataja Pooh- Quedamos en otra ocasión porque… -la joven Hop desaparece provocando una ufana y alegre sonrisa en Pooh que vuelve su atención a Kent- …¿Cómo estás? ¿Dónde has estado? Aquí ha habido muchas quejas, otra vez, por tu ausencia pero ¡Cuéntame!…
-Bien, he venido a despedirme…
(Continuará)
yon raga kender
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